martes, 15 de noviembre de 2011

Mayo fue el fin del mundo; Frank Yerby.

‎"Harry seguía mirándola y preguntándose por qué no sentía alegría, por qué todo lo que sentía era dolor. Su imaginación iba más allá de ella, tan sólo rozaba oblicuamente. Podrías llamarlo el futuro, pensó; los años otoñales. Ahora ya es mía. [...] Más deudas. Nunca dejarás de pagarlas, ¿verdad? Por el privilegio de hacerte daño. Por el dolor de respirar. Bueno, lo he comprado todo, o sea que ahora tengo que aguantarme. [...]
La miró, sin verla realmente, siguiendo con sus sombríos pensamientos. 
¿La quiero de veras? ¿Amor... no como algo opuesto, sino como algo que está por encima, que está más allá e incluso después de hacer el amor? ¿O es que solamente me compadezco de ella porque se siente un poco perdida? ¿Y quién no se siente así? ¡Maldita sea! ¿es que alguien me ha encontrado alguna vez? ¡Oh, Dios, yo...! [...] De todas formas, la compasión es lo mejor del amor y... 
Entonces fue cuando volvió. Al tocarla, como si su calor blando y tembloroso fuera el ingrediente esencial para que reviviese: la alegría que no podía ni contemplar ni en realidad soportar, porque era uno de esos sentimientos que cruzaban la línea de demarcación entre el dolor y el placer, y lo que sentía era como una cuchillada. Seguía abrazado a ella, tembloroso, como ciego y al borde del desmayo por la asesina dulzura de esa sensación.
[...]-decía ella-, por favor, no me hagas marchar. Por favor. Por favor. No podría soportarlo. De verdad que no podría. Ahora no. Ni nunca más. [...] Quiero quedarme. [...] Te estaba diciendo...
Pero ya no dijo nada más. Le miró y comprendió que no era necesario que siguiese hablando. Ni siquiera se besaron. Sólo siguieron juntos, en la cama, abrazados y muy quietos.
Porque, de pronto, los dos se dieron cuenta de que iba a producirse. De que todo iba a salir bien. A pesar de todo. De que aún después de que pasara la exaltación, de que se convirtiera en rutina, de que descendiera al nivel del tedio al que todos los matrimonios llegan tarde o temprano, incluso si las cosas se estropearan de cualquiera de las diez mil maneras diferentes que las uniones más legalmente consagradas se estropean, ellos resistirían unidos el uno al otro. 
Había en ello un orgullo. El saber que la admisión del fracaso ante un mundo que confiadamente esperaba y que predicaba libremente ese fracaso, ni siquiera existía para ellos como alternativa, y que no podía haber ninguna alternativa que no sería infinitamente más desgarradora, dolorosa y destructiva que todo lo que pudieran hacerse el uno al otro, a ellos los preservaría en unión. Por lo tanto, tendrían mucho cuidado el uno del otro, hasta que este cuidado se convirtiese en una condición de su vida, e incluso en un sustituto como mínimo, si no efectivamente en un medio de preservación, de la ternura que ahora sentían.
Por eso podían estar tranquilos. Mañana, y mañana... y mañana... ya habría tiempo para alguna palabra."

Madrid (España), 8 de mayo de 1969. 
Mayo fue el fin del mundo; Frank Yerby.

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