martes, 15 de noviembre de 2011

Rayuela, de Julio Cortázar.

"-Más bien-dijo Oliveira-. Qué querés, a mí los cambios me parecieron de otro orden. En realidad ya no nos aguantamos demasiado.
-Vos sos el que no me aguanta.[...] ¿por qué me hacés sufrir, bobo? Ya sé que estás cansado, que no me querés más. Nunca me quisiste, era otra cosa, una manera de soñar. Andate, Horacio, no tenés por qué quedarte. A mí ya me ha pasado tantas veces..."

Fragmento de Rayuela, de Cortázar.

Aunque seamos malditas, de Eugenia Rico.

"Llegar hasta aquí no es fácil. Para llegar aquí es necesario haber cogido siempre el camino equivocado. No una. Muchas veces. Confiar en las personas que te traicionarán. Amar a quien no te ama. No saber que efecto hace el sonido de tu propio nombre cuando otro lo escucha. Estar maldita. He confiado en traidores y escuchado a enemigos. Sólo yo tengo la culpa de mis lágrimas. Y sólo yo voy a pagar por ellas."

Fragmento de Aunque seamos malditas, de Eugenia Rico.

Tres metros sobre el cielo, por Federico Moccia.

"Siempre hay un momento en que el camino se bifurca. Cada uno toma una dirección, pensando que al final los caminos se volverán a unir. Desde tu camino, ves a la otra persona cada vez más pequeña: "No pasa nada. Estamos hecho el uno para el otro. Al final estará ella." Pero al final sólo ocurre una cosa: llega el puto invierno.[...]Y, de repente, te das cuenta que todo ha terminado. De verdad. Ya no hay vuelta atrás. Lo sientes. Y justo entonces, intentas recordar en qué momento comenzó todo y descubres que todo empezó antes de lo que pensabas. Mucho antes. Y es ahí, justo en ese momento, que te das cuenta de que las cosas sólo ocurren una vez. Y por mucho que te esfuerces, ya nunca volverás a sentir lo mismo; ya nunca tendrás la sensación de estar a tres metros sobre el cielo."

De la adaptación española de Tres metros sobre el cielo, por Federico Moccia. 

La ventana, de Hilma Contreras.

"Hubo un temblor en el cielo. A pasos lentos comenzaron a descender las estrellas, se alargaron poco a poco en una caída vertiginosa, todas en una lluvia larga, interminable, sobre la tierra.

Cerré los ojos acatando lo inexorable, el cuerpo traspasado de estrellas. Sin mirar sabía que en la ventana colgante en la atmósfera luminosamente callada enrojecía una sotana a la que había llegado su hora."

Fragmento de La ventana, de Hilma Contreras.

Mayo fue el fin del mundo; Frank Yerby.

‎"Harry seguía mirándola y preguntándose por qué no sentía alegría, por qué todo lo que sentía era dolor. Su imaginación iba más allá de ella, tan sólo rozaba oblicuamente. Podrías llamarlo el futuro, pensó; los años otoñales. Ahora ya es mía. [...] Más deudas. Nunca dejarás de pagarlas, ¿verdad? Por el privilegio de hacerte daño. Por el dolor de respirar. Bueno, lo he comprado todo, o sea que ahora tengo que aguantarme. [...]
La miró, sin verla realmente, siguiendo con sus sombríos pensamientos. 
¿La quiero de veras? ¿Amor... no como algo opuesto, sino como algo que está por encima, que está más allá e incluso después de hacer el amor? ¿O es que solamente me compadezco de ella porque se siente un poco perdida? ¿Y quién no se siente así? ¡Maldita sea! ¿es que alguien me ha encontrado alguna vez? ¡Oh, Dios, yo...! [...] De todas formas, la compasión es lo mejor del amor y... 
Entonces fue cuando volvió. Al tocarla, como si su calor blando y tembloroso fuera el ingrediente esencial para que reviviese: la alegría que no podía ni contemplar ni en realidad soportar, porque era uno de esos sentimientos que cruzaban la línea de demarcación entre el dolor y el placer, y lo que sentía era como una cuchillada. Seguía abrazado a ella, tembloroso, como ciego y al borde del desmayo por la asesina dulzura de esa sensación.
[...]-decía ella-, por favor, no me hagas marchar. Por favor. Por favor. No podría soportarlo. De verdad que no podría. Ahora no. Ni nunca más. [...] Quiero quedarme. [...] Te estaba diciendo...
Pero ya no dijo nada más. Le miró y comprendió que no era necesario que siguiese hablando. Ni siquiera se besaron. Sólo siguieron juntos, en la cama, abrazados y muy quietos.
Porque, de pronto, los dos se dieron cuenta de que iba a producirse. De que todo iba a salir bien. A pesar de todo. De que aún después de que pasara la exaltación, de que se convirtiera en rutina, de que descendiera al nivel del tedio al que todos los matrimonios llegan tarde o temprano, incluso si las cosas se estropearan de cualquiera de las diez mil maneras diferentes que las uniones más legalmente consagradas se estropean, ellos resistirían unidos el uno al otro. 
Había en ello un orgullo. El saber que la admisión del fracaso ante un mundo que confiadamente esperaba y que predicaba libremente ese fracaso, ni siquiera existía para ellos como alternativa, y que no podía haber ninguna alternativa que no sería infinitamente más desgarradora, dolorosa y destructiva que todo lo que pudieran hacerse el uno al otro, a ellos los preservaría en unión. Por lo tanto, tendrían mucho cuidado el uno del otro, hasta que este cuidado se convirtiese en una condición de su vida, e incluso en un sustituto como mínimo, si no efectivamente en un medio de preservación, de la ternura que ahora sentían.
Por eso podían estar tranquilos. Mañana, y mañana... y mañana... ya habría tiempo para alguna palabra."

Madrid (España), 8 de mayo de 1969. 
Mayo fue el fin del mundo; Frank Yerby.

Mayo fue el fin del mundo, por Frank Yerby.

‎"-¿Pero qué es lo que realmente quieres hacer? [...]
-Llevar flores en el pelo. Leer a Baudelaire. [...] Ser feliz. Trabajar lo suficiente para comer, pero no más. Hacer posible [...] una universidad en la que la inteligencia que duda y que se interroga pueda triunfar, en vez de una que vuelca todos los años un torrente de idiotas con memorias fotográficas y sin la menor capacidad de pensar. En resumen, quiero justicia... en la universidad y en el mundo. La paz. No tener nada... excepto libros, cuadros y esculturas, que no tienen más uso que el de deleitar la mirada y la mente. Andar bajo el sol. Reír. Terminar el racismo, el capitalismo, con el fanatismo, con la religión. [...] Hasta que todos tengan suficiente comida, suficiente belleza que les rodee, suficiente amor. Eso es todo."

Fragmento de Mayo fue el fin del mundo, por Frank Yerby.

Mayo fue el fin del mundo, de Frank Yerby.

"Pero ella había vuelto atrás. Volvía a ser dueña de sí misma. A poseer su identidad. Su concepción de quién era y lo que era. [...] No. Aún... aún no va. O sea que no confundamos las cosas, ¿quieres? Tú me estás haciendo un favor, supongo. Y ya has sufrido mucho. Ahora yo también he sufrido. En estas dos semanas he pagado todos mis pecados. O sea que no vuelvas a besarme. No siquiera si yo te lo pido. La farsa es una cosa. La tragedia otra. No las mezclemos. Nunca."


Fragmento de Mayo fue el fin del mundo, de Frank Yerby.

Prefacio de Cromwell, de Víctor Hugo.

‎"La sociedad empieza por cantar lo que sueña, después refiere lo que hace, y al fin describe lo que piensa. Por esto, digámoslo de paso, el drama, que reúne las cualidades más opuestas, puede tener a la vez mucha profundidad y gran relieve, ser filosófico y pintoresco." 


Fragmento del Prefacio de Cromwell, de Víctor Hugo.

Malherbe, Consolation à Monsieur Du Pèrier sur la mort de sa fille.

‎"Mais elle était du monde où les plus belles choses ont le pire destin... 
Et rose, elle a vécue comme vivent les roses 
l'espace d'un matin..."

Malherbe, Consolation à Monsieur Du Pèrier sur la mort de sa fille.

Mayo fue el fin del mundo, de Frank Yerby.

‎"-¿Y él sabía quién eras?
-Desde luego -dijo Kathy. 
-¿Y a él no se le ocurrió sugerir lo del traje blanco, la lluvia de arroz y la marcha nupcial?
-¿Si me lo propuso? Sí. Constantemente. Pero yo me negaba. El amor puede ser ciego, pero no tanto...
-Comprendo- dijo Harry. 
-No, no comprendes. Él sólo era... mi chico de París. No me veía a mí misma llevándole a casa y presentándole a papá."

Fragmento de Mayo fue el fin del mundo, por Frank Yerby.

El perseguidor, de Julio Cortázar.

‎"Pero sólo él puede hacer el recuento de lo que ha cosechado mientras tocaba, y probablemente ya estará en otra cosa, perdiéndose en una nueva conjetura o en una nueva sospecha. Sus conquistas son como un sueño, las olvida al despertar cuando los aplausos lo traen de vuelta, a él que anda tan lejos viviendo su cuarto de hora de minuto y medio. (...) Qué quieres que te diga, Johnny. Las cosas podrían haber salido mejor, pero tú tienes el talento de echarlo todo a perder."

El perseguidor, de Cortázar.

Balún-Canán, Rosario Castellanos.

‎"XXIV

Cuando llegué a la casa busqué un lápiz. Y con mi letra inhábil, torpe, fui escribiendo el nombre de Mario. Mario, en los ladrillos del jardín. Mario en las paredes del corredor. Mario en las páginas de mis cuadernos. 
Porque Mario está lejos. Y yo quisiera pedirle perdón."





Fragmento de Balún-Canán, de Rosario Castellanos.