viernes, 30 de diciembre de 2011

Werther, de Goethe.

"La naturaleza se despierta en ella y enciende de repente en su seno una llama secreta que se aumenta con las lisonjas que recibe de los hombres; aquellos placeres en que hasta entonces encontraba las mayores delicias, se le hacen cada vez más insípidos hasta que, al fin, halla un hombre hacia el que se siente inclinada por un atractivo irresistible y desconocido. Entonces olvida el mundo y todo cuanto la rodea, no oye, ni ve, ni entiende nada más que en él, ni desea más que a él, a ese ser único. No hallándose corrompida todavía por los falsos placeres de una inconstante vanidad, sus aspiraciones y deseos no tienden más que a un solo objeto fijo: quiere ser de aquel que ella ama; quiere asegurar por medio de un lazo eterno la dicha que ella anhela y la reunión de todos los goces a que aspira. Algunas promesas reiteradas ponen el sello a sus esperanzas; apasionadas caricias encienden sus más vivos deseos y su alma toda se encuentra sumergida en ese mar de ilusiones, ya flotando entre las sensaciones más vagas, rodeada de los encantadores presentimientos de todos los placeres desconocidos que la esperan. Exaltada, extasiada, extiende, al fin, los brazos para estrechar en ellos el objeto de todos sus deseos, y... no encuentra más que un fantasma... el objeto real ha desaparecido... ¡su amante la abandona! Atónita, descorazonada, sin saber lo que le pasa, se encuentra al borde del abismo; no ve más que oscuridad y tinieblas a su alrededor, se acabó para ella la esperanza; ya no hay consuelo para ella... ¡Aquél en quien ella había puesto toda su existencia la ha abandonado!... Ya no ve delante de sí la inmensidad del universo; ya no ve a ninguno de los muchos que la rodean que podrían reparar su pérdida; no se ve sino a sí sola, a ella sola abandonada por todos."

Fragmento de Werther, de Goethe.

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